Desde los albores de la humanidad uno de los deseos más recurrentes del hombre ha sido, y sigue siendo, la creación de “vida artificial” a través del ingenio. Numerosos son los ejemplos que podemos encontrar desde tiempos antiguos, como la estatua de Memon, rey de Etiopía, construida por Amenhotep en el año 1500 a.C, que emitía sonidos cuando al amanecer la iluminaban los primeros rayos del sol; la urraca voladora de madera y bambú creada por King-su Tse en el año 500 a.C o las creaciones recogidas por el ingeniero griego Herón de Alejandría en su libro Los autómatas.
En la exposición «Selfie Automaton» los espectadores pudieron encontrar 7 autómatas mecánicos compuestos por 42 finas marionetas talladas en madera (32 figuras humanas y 5 criaturas). Estas marionetas, aunque construidas con las articulaciones necesarias para tener «libertad de movimiento», están ancladas en un mecanismo que sólo les permite un movimiento predefinido, de igual manera el espectador, que para interactuar con ellas sólo puede hacer un movimiento repetitivo y mecánico para animarlas.
Los autores de la exhibición -Gál Orsolya, Stathis Markopoulos, Adrian Bucșa, Oana Matei, Andrei Durloi y el comisario Tiberiu Bucșa- proponían de esta manera un retrato genérico de las relaciones sociales, los estereotipos y los deseos, desmenuzados, re-ensamblados por la imaginación del usuario, en un autorretrato introspectivo, o tal vez por uno mismo.