Cumpliendo el mensaje del mural Alba de Lucas también regresa al Palacio de Quintanar, sede del Curso de Pintores pensionados que la Academia de San Quirce convocada cada verano desde 1959. En 2018 participó en el curso y nos mostró en la exposición de la Alhóndiga sus paisajes intensos, cardos y vacas de dibujos precisos y colores esenciales.
Desde entonces su indagación creativa está recogida en varios cuadernos de campo, libros de artista, privados, íntimos, de pequeño formato y sorprendentes dibujos, centrados en figuras zoomorfas. En ellos, dice Alba de Lucas, “está el origen de todo”, ideas, sugerencias, intuiciones de un proceso creador que promete resultados muy potentes y memoriosos. Se presentan estos cuadernos y se reproducen algunas de las imágenes más sugerentes. Animales de silueta simple, esquemas orgánicos, colores planos, creando armonías sutiles entre fondo y forma. La materia plástica habla por sí misma y por sorpresa emergen formas imprevistas y sin embargo ancladas en la memoria colectiva. El azar concreta su presencia en composiciones sutiles, dinámicas, que revelan motivos directos de animales próximos, vacas, caballos, perros, cabras, ciervas…que generan empatías inconscientes de una memoria atávica que regresa a la obra de Alba de Lucas para superar miedos e incertidumbres en este tiempo de pandemia que vivimos. El azar se vuelve revelación.
Y de las imágenes de los cuadernos surge un proyecto más ambicioso, reproducir esas imágenes a escala mayor en soportes blandos, papel de alto gramaje, cartones, telas y lonas, que soporten las imágenes de animales que nos recuerdan a las pinturas rupestres. Como en aquellas predomina el dibujo sobre la pintura, los colores aún guardan la huella de la mano creadora, luces sin sombras, formas esquemáticas y siluetas sin volumen.
También ahora nos atrae el poder mágico de las figuras zoomorfas. Pinturas de rasgos esenciales y sostenibles que despiertan energías profundas, transmiten respeto por una vida diversa y ritualizan silencio y calma con la intención de cuestionar una civilización de excesos y derroches, de banalizaciones y sobreactuaciones , con la pretensión de que la pintura nos vuelva al origen y nos ponga delante de formas primigenias que nos reconcilien con nosotros y con el entorno.
El proyecto creativo de Alba de Lucas, que ahora se inicia, defiende una autoría sencilla y compartida, una autoría de utopías domésticas, una autoría femenina plena. Frente a debordamientos neobarrocos y estéticas postmodernas se da valor a lo simple, primario, genuino y radical. La pintura de Alba de Lucas se propone como ritual accesible a todos para que pueda transmitir con potencia y eficacia su mensaje.
¿Qué sentido tiene pintar animales de nuestro entorno, como lo entiende Alba de Lucas? Estamos en un espacio común, proyectamos identidades diversas, nos atrevemos a respetarnos, probamos indeterminaciones afortunadas, reencarnamos lo otro que somos. “Reinterpretar, confiesa Alba de Lucas, lo que me rodea, lo real, lo próximo, tanto lo inmediato de lo sensible como los recuerdos de la memoria, imágenes sutiles y ricas, colores y olores, tacto y sueños”.
El arte como necesidad de representar las imágenes y símbolos primigenios, las formas esenciales y míticas. En toda cultura los animales expresan sueños de energías indiferenciadas, aún no racionalizada ni sometida al imperio de la voluntad transformadora de lo humano, que respetan el orden primario de los instintos. Según Jung el “animal representa la psique no humana, lo infrahumano instintivo, así como el lado psíquico inconsciente”. La proyección e identificación con los animales significa una inmersión en la vida y su constante renovación.
Alba de Lucas está especialmente atraída por la belleza y poder de los animales cuadrúpedos, formas perfectas y equilibradas, pintados siguiendo la línea del dibujo con trazos largos y continuos, conformando figuras cerradas. Están ausentes las figuras bípedas, extrañas incluso en la evolución de las especies (Yubal Noah Harari). Sentir que se pinta con los dedos, proyectar el cuerpo hasta donde llegue la mano, como los pintores primitivos.
El proyecto que inicia Alba de Lucas tiene que ver con el simbolismo animalístico relacionado con el totemismo y la zoolatría. Animales próximos y en absoluto en confrontación violenta con el hombre, no son animales domados. La pintura no es ni fue un artilugio de sometimiento de los animales que nos rodean.
Alba de Lucas ha sentido un afecto y atracción especial por la antiguas pinturas rupestres. Sus referencias: Cueva Prado del Azogue, arte rupestre en las sierra jienense. Cuevas de Lascaux, Altamira. Los caballos moteados de cueva de Pech Merle, Francia. Pero también las imágenes de animales del arte aborigen australiano, del arte primitivo africano que tanto impacto tuvo en las vanguardias, Gauguin y Cezanne, F. Marc y Picasso, y las figuras idealizadas y esquemáticas de Josep Maria Sert.
Toda cultura ha engendrado sus propios bestiarios, compleja simbología de las relaciones de fuerzas telúricas en permanente lucha, el águila y la serpiente en la América precolombina, el león y el toro en la cultura sumeria… Los animales dan forma equilibrada a las fuerzas informes y temibles que representan la cosmología propia de cada cultura.
En esta pequeña pero prometedora exposición Alba de Lucas nos muestra los hallazgos de su bestiario particular. Iconografía sin animales fabulosos, basiliscos de mirada puntiaguda, dragones voladores que vomiten fuego, sirenas encantadoras, arpías viciosas, minotauros de identidad contradictoria, unicornios pacíficos. Las imágenes de Alba de Lucas se alejan de animales ambivalentes, no son animales fabulosos, lunares, extraordinarios, al contrario, como en la tradición hebrea o islámica, los animales que pinta Alba de Lucas son a su manera miembros de la tribu y también parlantes, que nos piden respeto y cuidado.
Finalmente podemos contemplar el mural de animales, torre de animales, verdadera pintura parietal como obra efímera de esta exposición. Las agrupaciones de animales crean sistemas de correspondencias y ordenación simbólica, como el famoso tetramorfo bíblico o los cuatro animales benevolentes chinos. La representaciones simbólicas de los animales tienen una presencia compleja en la alquimia, en la heráldica y en la iconografía del románico.
En el proceso creativo toda experiencia es valiosa, pero a veces se generan saltos cualitativos, descubrimientos más allá de las exigencias académicas y surgen preguntas que resignifican las formas y renacen relatos en los que la artista se vincula con los retos de una humanidad. Qué decir, contar, expresar, liberándose de las servidumbres técnicas.
Observación, memoria, respeto y vanguardia y todo por “el esfuerzo para preservar la memoria humana más antigua”. Empeño de recrear las imágenes primigenias sin mayor apoyo tecnológico, de recuperar la vivencia y la emoción. Alba de Lucas practica un cierto “apropiacionismo”, recupera y enlaza pasado y presente, encuentra en la actualidad la libertad y la expresión de sus deseos, fuerzas, actitudes, intimidades. Superando la documentación biológica o el mero hiperrealismo artístico defiende una autoría libre y creadora, desde lo personal y lo privado.